Blanca Varela - Casa de cuervos

Blanca Varela – Casa de cuervos

«Otra vez esta casa vacía que es mi cuerpo, a donde no has de volver»

Blanca Varela poeta peruana, considerada como una de las voces poéticas más importantes del género en América Latina. La poesía de Blanca Varela, reflexiva y desencantada, ajena al confesionalismo lírico, asume el dolor y la frustración de toda realización humana. Una extrema lucidez frente a una realidad que no la satisface, su constante búsqueda de la verdad sin concesiones, su ironía, su irreverencia y su expresividad.

Publicó los poemarios Ese puerto existe (1959), Luz de día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1972), Ejercicios materiales (1993), El libro de barro (1993) y Concierto animal (1999). De las varias recopilaciones de su poesía, merecen mencionarse Canto villano (1996) y Como Dios en la nada (1999). Ha sido distinguida con el Premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo; el Premio Internacional de Poesía García Lorca; y el Premio Reina Sofía.

Casa de cuervos narra la maternidad desde un ángulo propio, desgarrador y directo. Sentimientos de culpa, de horror y admiración ante lo creado. Pero siempre… «aquí me tienes como siempre dispuesta a la sorpresa de tus pasos, a todas las primaveras que inventas y destruyes».

 

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Blanca Varela – Casa de cuervos

porque te alimenté con esta realidad

mal cocida

por tantas y tan pobres flores del mal

por este absurdo vuelo a ras de pantano

ego te absolvo de mí

laberinto hijo mío

 

no es tuya la culpa

ni mía

pobre pequeño mío

del que hice este impecable retrato

forzando la oscuridad del día

párpados de miel

y la mejilla constelada

cerrada a cualquier roce

y la hermosísima distancia

de tu cuerpo

tu náusea es mía

la heredaste como heredan los peces

la asfixia

y el color de tus ojos

es también el color de mi ceguera

bajo el que sombras tejen

sombras y tentaciones

y es mía también la huella

de tu talón estrecho

de arcángel

apenas pasado en la entreabierta ventana

y nuestra

para siempre

la música extranjera

de los cielos batientes

ahora leoncillo

encarnación de mi amor

juegas con mis huesos

y te ocultas entre tu belleza

ciego sordo irredento

casi saciado y libre

con tu sangre que ya no deja lugar

para nada ni nadie

 

aquí me tienes como siempre

dispuesta a la sorpresa

de tus pasos

a todas las primaveras que inventas

y destruyes

a tenderme            nada infinita

sobre el mundo

hierba ceniza peste fuego

a lo que quieras por una mirada tuya

que ilumine mis restos

porque así es este amor

que nada comprende

y nada puede

bebes el filtro y te duermes

en ese abismo lleno de ti

música que no ves

colores dichos

largamente explicados al silencio

mezclados como se mezclan los sueños

hasta ese torpe gris

que es despertar

en la gran palma de dios

calva vacía sin extremos

y allí te encuentras

sola y perdida en tu alma

sin más obstáculo que tu cuerpo

sin más puerta que tu cuerpo

así este amor

uno solo y el mismo

con tantos nombres

que a ninguno responde

y tú mirándome

como si no me conocieras

marchándote

como se va la luz del mundo

sin promesas

y otra vez este prado

este prado de negro fuego abandonado

otra vez esta casa vacía

que es mi cuerpo

a donde no has de volver

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